Una disciplina eficaz a la hora de aplicar los límites a los hijos es lo más importante, puesto que ello contribuirá también a crear hábitos, no sólo de estudio sino también de conductas psicosociales. Para educar de manera eficaz se marcar las reglas en casa con el objetivo de cumplirlas, cosa que muchas veces es difícil. El secreto es hacerlo de manera coherente y con firmeza. Una de las consecuencias educativas de una falta de habilidad a la hora de establecer las normas y de marcar los límites puede ser la falta de respeto, que se produce cuando hablamos demasiado, exageramos en la emoción, y en muchos casos, nos equivocamos en nuestra forma de expresar con claridad lo que queremos o lo hacemos con demasiada autoridad. Comunicarse y ser asertivo hablando tampoco es tarea fácil, por ello os dejo aquí algunos consejos que podeis poner en práctica.

1. Objetividad. Es frecuente escuchar en padres expresiones como «Pórtate bien», «sé bueno», o «no hagas eso».Estas expresiones significan diferentes cosas para diferentes personas. Tenemos que tener en cuenta que están aprendiendo, entonces ¿cómo van a saber lo qué es bueno y lo que no si estos conceptos pueden ser subjetivos en función de la cultura y experiencias de la familia con la que se está educando?. Los hijos entenderán mejor si se marcan las normas de una forma más concreta. Un límite bien especificado con frases cortas y órdenes precisas suele ser claro para un niño. «Habla bajito en una biblioteca»; «da de comer al perro ahora»; «agarra mi mano para cruzar la calle», “ponte a hacer los deberes ahora”, “juega a la x-box después de hacer los deberes”, son algunos ejemplos de formas que pueden aumentar sustancialmente la relación de complicidad con tu hijo.

2. Opciones. En muchos casos, se puede dar a los hijos una oportunidad limitada para decidir como cumplir sus «órdenes». La libertad de oportunidad hace que un niño sienta una sensación de poder y control, reduciendo las resistencias y favoreciendo sobre todo el desarrollo de la EMPATÍA con los padres, lo cual se va a traducir a medida que crece  en CONFIANZA. Por ejemplo: «Es la hora del baño. ¿Te quieres duchar o prefieres bañarte?». «Es la hora de vestirse. ¿Quieres elegir la ropa o lo hago yo?.  Esta es una forma más fácil y rápida de dar dos opciones a un niño para que haga exactamente lo que queremos. Recuerda

3. Firmeza. En cuestiones realmente importantes, cuando existe una resistencia a la obediencia, los padres necesitan aplicar el límite con firmeza, es uno de los momentos más difíciles de la educación de un hijo.  Por ejemplo: «Haz los deberes ahora» o «¡Para!, los juguetes no son para tirar», son una muestra de ello. Los límites firmes se aplican mejor con un tono de voz seguro, sin gritos, y un gesto serio en el rostro. Los límites más suaves suponen que el niño tiene una opción de obedecer o no. Ejemplos de ligeros límites: «¿Por qué no te llevas los juguetes fuera de aquí?»; «Debes hacer las tareas de la escuela ahora»; » Vente a casa ahora, ¿vale?» o «Yo realmente deseo que hagas los deberes». Esos límites son apropiados para cuando se desea que el niño tome un cierto camino. De cualquier modo, para esas pocas obligaciones «debe estar hecho», serás mejor cómplice de tu hijo si aplicas un firme mandato. La firmeza está entre lo ligero y lo autoritario, y es muy difícil equilibrarla, más aún cuando se tienen dos hijos o más porque como sabemos no todos son iguales. Además, lo más probable si tienes más de un hijo es que sean de edades diferentes (al no ser que tengas gemelos, trillizos, cuatrillizos,…), con lo cual tienen expectativas diferentes y siempre entre ellos harán comparaciones.

4. Acentúa lo positivo. Los niños son más receptivos al «hacer» lo que se les ordena cuando reciben refuerzos positivos. Algunas represiones directas como el «no» o «para» dicen a un niño que es inaceptable su actuación, pero no explica qué comportamiento es el apropiado. En general, es mejor decir a un niño lo que debe hacer («Habla bajo») antes de lo que no debe hacer («No grites»). Los padres autoritarios tienden a dar más órdenes y a decir «no», mientras los demás suelen cambiar las órdenes por las frases claras que comienzan con el verbo «hacer». Lo más importante en estos casos es intentar en la medida de lo posible transformar lo que queremos decir, de forma que lo negativo se transforme en positivo. No siempre va a ser fácil, así que lo más recomendable es pararse a pensar antes de hablar. Es muy buena técnica no sólo para padres, sino también para nosotros los profesores. Yo sin ir más lejos la uso con alumnos adolescentes.

5. Guarda distancias. Cuando decimos «quiero que hagas los deberes ya” estamos creando una lucha de poder personal con nuestros hijos. Una buena estrategia es hacer constar la regla de una forma impersonal. Por ejemplo: «Son las 17:00, hora de hacer los deberes» y le enseñas el reloj. En este caso, algunos conflictos y sentimientos estarán entre el niño y el reloj.

6. Explica el porqué. Cuando un niño entiende el motivo de una regla como una forma de prevenir situaciones peligrosas para sí mismo y para otros, se sentirá más animado a obedecerla, puesto que cómo todas las personas, ¡tienen sentimientos!. De este modo, lo mejor cuando se aplica un límite, es explicar al niño porqué tiene que obedecer. Recuerda que los niños están aprendiendo no sólo del colegio sino también de los padres y de sus propias experiencias, por ello crean su propia conciencia. Intenta dar explicaciones cortas. Tomate tu tiempo para pensarlas, no es fácil ser padre ni profesor. Por ejemplo: “Haz los deberes, así podrás terminar el curso e irnos de vacaciones a la playa (a algún sitio que les guste)”; «No le pegues a la tía Maite. Eso le hará daño»; «Si rompes los dibujos de otros niños, ellos se sentirán tristes porque les gustaría verlos colgados».

7. Sugiere una alternativa. Siempre que apliques un límite al comportamiento de un niño, intenta indicar una alternativa aceptable. Sonará menos negativo y tu hijo se sentirá compensado. De este modo, puedes decir: «No te puedo dar chocolate antes de la cena, pero te puedo dar un helado después». Al ofrecerle alternativas, le estás enseñando que sus sentimientos y deseos son aceptables. Este es un camino de expresión más correcto.

8. Firmeza en el cumplimiento. Una regla puntual es esencial para una efectiva puesta en práctica del límite. Una rutina flexible (empezar a hacer los deberes a las 17:00 un día, a las 17:30 al día siguiente, a las 18:00 el otro y así sucesivamente…) invita a una resistencia y se torna imposible de cumplir. Las reglas deben mantenerse y cumplirse, para ello se ponen. Si dejan de ser efectivas un día sí y otro también, lo que va a suceder es que no se cumplan los objetivos, que en este ejemplo sería el terminar las tareas. Recuerden el post de crear hábitos, ya comentaba allí más sobre este aspecto. Si cedes en tus reglas, no conseguirás tus objetivos.

9. Desaprueba la conducta, no al niño. Deja claro a tus hijos que tu desaprobación está relacionada con su comportamiento y no va directamente hacia ellos. No muestres rechazo hacia los niños. Antes de decir «eres malo», deberías decir «eso está mal hecho» (desaprobación de la conducta).

10. Controla las emociones. Cuando los padres están muy enojados castigan más seriamente y son más propensos a ser verbalmente y/o físicamente abusivos con sus niños. Hay épocas en que se necesita llevar con más calma la situación y contar hasta diez antes de reaccionar. La disciplina consiste básicamente en enseñar al niño cómo debe comportarse. No se puede enseñar con eficacia si los padres son extremamente emocionales. Delante de un mal comportamiento, lo mejor es contar un minuto con calma, y después preguntar con tranquilidad, «¿que ha sucedido aquí?».

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